Opinión | Posdata

Esto no va de Sánchez

No se confundan ustedes: esto no va de Sánchez. Él solo es un objetivo circunstancial más de la dinámica política que se abre en España el mismo día en que se inició la transición. No exagero. En aquel trance, una parte de la derecha, entonces llamada “bunker”, rechazó de plano el cambio político que llegaba, encomendándose a manifestaciones crispadas, tanto que hasta hubo autoridades militares y religiosas que se encontraron en la obligación de denunciarlas como inadmisibles, por lo que se les acusó de traición, pidiéndose para ellos el paredón. ¿Se acuerdan? Se le mostró ese destino a generales y cardenales: a Gutiérrez Mellado y a Tarancón, por ejemplo.

Aquello asustó, pero se aguantó. La otra parte de la derecha, que entonces era la responsable de la gobernación y de la defensa de las instituciones, le plantó cara al desmadre reaccionario, comprometiéndose a proseguir con la transición, sin reparos ni temores.

Esta derecha, la democrática, adoptó formas todo lo más distintas y distantes que pudieran ser de las del franquismo recalcitrante. Quería ser, indudablemente, diferente. Ya no contemplaba para España un futuro fuera del compromiso democrático.

La fundación de la UCD tuvo, en buena parte, ese objetivo: señalar que había dos derechas, una que miraba confiada y democráticamente hacia adelante, y otra dubitativa, que agrupaba a personalidades otrora sobresalientes, pero que llegado el momento y temerosas de dejar de serlo, se resistieron a cualquier cambio que las postergase. Esta era AP, el banderín premonitorio del actual PP.

Entonces, lo que son las cosas, la derecha reaccionaria también tachó de traidor al líder de la UCD y presidente del gobierno. Adolfo Suárez, entonces, como Pedro Sánchez, ahora, también fue objeto de un ataque furibundo, con el objetivo de destruir a la persona y al político. Lo aguantó algún tiempo, pero no todo.

  Esto que les cuento sucedió hace más de cuarenta años. No me digan que no es decepcionante que aún se siga en ello, llevando la disputa política a términos de lucha personal y políticamente destructiva, antidemocrática. 

  No, esto de ahora no va de Sánchez. Es la reposición de aquella actitud reaccionaria, que parece que, desde aquellos lejanos momentos, pudo estar simplemente agazapada, representando todavía, hoy como ayer, un peligro para la democracia.

  ¡Maldita memoria! España no se merece esto. Hoy, como entonces, es necesario defender la democracia. La lucha continúa.

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