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Xulio Gil, veinte años después

Xulio Gil

Xulio Gil

EL MUSEO DE PONTEVEDRA, en su sexto edificio –que ahora lleva el nombre de Castelao–, presenta una exposición temporal, hasta finales de marzo, titulada Símbolos do conflito. Fotografías de Xulio Gil. En ella puede contemplarse una selección de once series realizadas por este artista entre el 2000 y el 2021; todas ellas se concretan en un año determinado salvo aquella que lleva el nombre de Retablos esenciais, planteada a lo largo de ocho, entre el 2007 y 2015.

Estamos ante la obra de uno de los más grandes en la fotografía de su generación, aquí en Galicia, con una personalidad evidente, una aguda mirada y una técnica envidiable, con unos registros muy heterogéneos a la hora de plantear su trabajo que van desde el control absoluto del blanco y negro hasta una calidad en el color ciertamente envidiable, capaz de arrancar el ser de las texturas, en un hiperrealismo de primerísima línea, y de llevarnos desde claves barrocas a otras surrealistas, en un recorrido que nos conduce desde el territorio mismo, hecho petroglifo y antigüedad, hasta enfrentarnos a la realidad humana, siendo familia, en clave de mujer, retrato cercano de personajes tantas veces anónimos, fundamentalmente mujeres.

También está ahí lo que la naturaleza nos da, en forma de alimentos, que bien pueden ser objeto de variadas formas, en momentos diferentes de su ser, partes, en fin, de novedosos retablos y que, como tales, se nos presentan. El patrimonio artístico tampoco le es ajeno: a él, que tantas veces lo ha reflejado con mimo en muy diferentes publicaciones; en este caso lo engarza con distintos productos del campo generando imágenes que resultan, en todo caso, repletas de misterio.

Sorprendente todo, pero llenos de sabiduría y magisterio esos bodegones que construye inspirándose en los de Sánchez Cotán, a los que conoce y admira en el Museo del Prado. Busca en ellos una armonía, una especie de melodía intrínseca, como si lo allí presente, a diferentes alturas, fuese parte de una particular partitura, en la que la medida la aporta, además, ese léxico geométrico incorporado a la imagen.

Hay, en todo caso, una sensibilidad barroca patente en este tipo de trabajos de Xulio Gil. Le emociona lo transitorio; ese discurso que la vida es entre el nacimiento y la muerte. Le importa lo aparente pero lo que muestra es, sobre todo, sustancia, materia viva y, por lo tanto, cambiante.

Estos veinte años que nos muestra no han pasado en vano y lo conseguido es mucho. Él habla de “conflicto”. A mi me parece pasión, emoción, amor a lo que hace. Ser él, en definitiva, un gran fotógrafo, un enorme artista.