Opinión | BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Kate, ¡manifiéstate!

MIRAR hacia Kate, Kate Middleton, es como mirar hacia otro lado. Tenemos el mundo en un estado lamentable (aunque dicen los gurús que nunca ha estado tan bien… Imaginen cómo habrá estado en el pasado), y entonces el personal mira, miramos, hacia Kate, la buscamos en el cuché o en donde sea, en las redes y eso, que venga Kate a salvarnos de todos estos escombros, de todos los niños muertos, de todos los soldados muertos, de todos los poetas muertos. Que venga, por favor, Kate, ‘darling’, con esa textura royal, que nos oculte los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, y que nos colme de los dorados palaciegos, que nos haga desconectar del ruido y de la furia, de los disparos y las bombas, del mundo en llamas. 

La foto de Kate como labor social, algo muy de la realeza, realmente, esas ‘charities’, tan British, tanto te doy una foto como me besas la mano, Kate en pose familiar, pero, oh, no, ‘wait’, que esa está trucada, dicen, Kate se entretuvo con el Photoshop, ya dijimos el otro día, o quizás fue la Inteligencia Artificial, que no para quieta, que ya empieza a ponerse muy pesada. Todo el mundo buscando los errores en la foto, encuentre las ocho diferencias, soluciones abajo, dando la vuelta al periódico, y en este plan, pasatiempos para el pueblo con fotos del álbum de palacio, un nivelazo. 

El mundo en llamas, Putin hablando de la bomba (justo mientras pasa Oppenheimer seriamente cariacontecido, y ello a pesar de los Oscar, que Vallés encuentra, aquí, excesivos o equivocados), Trump diciendo también lo del baño de sangre si no gana, aunque parece que no era así exactamente, nada es así exactamente, todo depende, depende, todo depende, pero que Trump dice que si no gana lo mismo se monta el pollo, y ya hay especialistas de política internacional diciendo que Estados Unidos empieza a preocupar un poco. Y mira lo del Capitolio, aquella movida del tipo de los cuernos, y los despachos visitados por la peña, cajoneando, quién sabe si buscado los vales del restaurante, o las entradas de los Knicks, es un decir, sólo un decir, hollando moqueta, qué gusto, tocando alfombra roja.

Será por alfombra, podría decir Trump, que las tendrá hasta en el cuarto de baño. La gente se va entreteniendo, es lo normal, la gente no quiere ver los muertos, los cadáveres, los mutilados, ni los ahogados del Mediterráneo, porque esos ni se ven, flotarán, no digo que no, pero normalmente encuentran su sitio, el que nosotros les hemos reservado, en los nichos marinos, en el cementerio marino, entre ánforas de vino y aceite, entre monedas de oro como las que se les ponía a los muertos en la Estigia, en los párpados, ¿no? ¿O era en la boca?, monedas para pagar al barquero y también sus verdades. 

Kate no se manifiesta, salvo la foto trucada, encuentre los ocho errores. Alguien la fotografió en la cola del pan, como si fuera Umbral. Kate comprando en el súper, tíos, eso sí que mola. En un programa de humor dijeron: comprará galletas Príncipe. Kate fotografiada de aquella manera, con cámara de móvil, portada en ‘The Sun’, faltaría más. Ahí la tienen, bajando a por un recado al ultramarinos, de lo mejor que hay hoy en día que empiece por ultra, en fin, hay que ver cómo está el servicio. Es una foto cazada al vuelto, la caza de amor es de altanería, pero de nuevo parece un ‘fake’, una doble, doble o nada. Kate hamletiana, casi fantasmagórica.  

El mundo se está poblando de ese perfume de ‘nukes’, sacan la bomba a pasear, y hay muertos acumulándose, en estratos, los estratos del dolor y el fracaso de la especie humana, y Trump diciendo que, si no gana, ya veremos, que os quede clarinete, no digáis que no avisé. Entonces miramos las fotos de Kate, reales o irreales, qué más da, o es morbo o es juego, o más bien pasatiempo, cómo vemos a las ‘celebrities’, son miradas del primer mundo, aseadas y cotillas, mientras apartamos los ojos de las pantallas sangrantes, pero ahí ya nadie mira los detalles, una muerte se parece tanto a otra muerte.

Kate reaparecerá, leo, en la misa del Domingo de Resurrección. ¡Qué humor tienen los Windsor!