Hace diez siglos ya se luchaba contra la lepra o la peste como se ha hecho ahora con el covid

El catedrático José María Eiros, en el congreso

El catedrático José María Eiros, en el congreso / Antonio hernández

Sensibilizados y sorprendidos aún por todo lo que supuso la reciente pandemia de coronavirus en nuestras vidas cotidianas, reponiéndonos como podemos de lo que aconteció a partir de marzo de 2020 a nivel planetario, lo cierto es que ya en la Edad Media, hace nada más y nada menos que nueve siglos, los peregrinos que decidían embarcarse en la aventura jacobea afrontaron restricciones similares para combatir determinadas enfermedeades infecciosas que acechaban a la humanidad en aquel período histórico.

Y es que, según explica en conversación con este periódico el catedrático de Microbiología de la Universidad de Valladolid, el doctor José María Eiros Bouza, “el Fuero de Viguera y Val de Funes establece ya en el siglo XII unas dimensiones para la prevención de la lepra que reproducen de una manera muy notable las medidas que adoptamos durante la pandemia”.

Limitaciones que pasaban por “no acercarse al aliento de una persona potencialmente infectada, no comer ni compartir mesa con los afectados y no tocar nada; es decir, prevención de contacto, prevención respiratoria y prevención en la mesa”, subraya el también jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Río Hortega, quien asegura que “es muy interesante descubrir que esas restricciones ya se empleaban entonces, que cuando había una difusión epidémica, por ejemplo de la peste o de la lepra, las circunstancias marcaban también la vida de los peregrinos, con medidas drásticas que les impedían peregrinar y que llevaban a cerrar poblaciones enteras”.

Participante en el XXVI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica que congrega hasta este sábado en la capital gallega a dos mil especialistas, ofreció ayer en el marco de este encuentro la ponencia Las enfermedades infecciosas en la Ruta Jacobea a lo largo de la historia. Asegura que con este trabajo tanto su equipo como él pretenden “crear un estado de opinión, generar difusión sobre este aspecto a través de las asociaciones culturales, en foros profesionales interdisciplinares como el nuestro, de forma que surjan personas que puedan dedicarse parcial o íntegramente a analizarlo”, explica.

Como aficionado al fenómeno jacobeo y peregrino en diferentes tramos de la Ruta, afirma que él propondría “crear foros de difusión y educación sanitaria, de forma que cale en la sociedad la dimensión que tiene el Camino de Santiago en el ámbito de las enfermedades religiosas, así como impulsar la dedicación de expertos al estudio de esta circunstancia, y avanzar en los métodos de diagnóstico molecular, sobre todo a partir de los enterramientos, porque ello nos dará pie a entender cómo entraron las anteriores pandemias en nuestra sociedad”.

Peregrinos en el Km0

Peregrinos en el Km0

Sobre el tema elegido para su participación en esta cita, Eiros indica que ha optado por “una introducción histórica de lo que supone el descubrimiento de la tumba del Apóstol como un factor de cohesión de la naciente monarquía asturiana para, a partir de ahí, ir comentando las épocas del auge del Camino, muy condicionadas por el pensamiento imperante en cada momento”.

Recuerda que hace siglos “la enfermedad infecciosa era a veces un motivo para peregrinar, mientras que otras era la causa por la que se contraían este tipo de patologías, y me interesa la dimensión asistencial, tanto a nivel individual como de asistencia comunitaria que se ponía en marcha”. Añade que “ya en la alta Edad Media había hospitales en cuatro niveles asistenciales como ahora, siendo referencia en el Camino para todo el mundo el Hospital del Rey de Burgos, el San Marcos de León y el de los Reyes Católicos de Santiago”.

Considera primordial que los profesionales dedicados a las enfermedades infecciosas entiendan que éstas “ya existían en el Camino hace siglos, y entonces fueron atendidas de forma acorde a su tiempo, incorporando novedades higiénicas o terapéuticas, conviviendo distintas culturas y prestando una dimensión asistencial que iba más allá de lo estrictamente espiritual, aunque el enfoque religioso tuviera mucho que ver”.

Dos peregrinos dirigiéndose a la Oficina de Acogida al Peregrino

Dos peregrinos dirigiéndose a la Oficina de Acogida al Peregrino / Javier Rosende

Con la vista puesta en el próximo Año Santo de 2027, propone estudiar la huella de estas patologías a través de la paleomicrobiología, puesto que “sería muy interesante poder documentar la causa de la muerte, o por lo menos la concurrencia en los cadáveres de determinadas infecciones a través de los restos que hay a lo largo del Camino”. Subraya que “utilizar métodos de biología molecular como ya se hizo con la gripe de 1918, que permitió reconstruir el virus que causó aquella pandemia, nos daría pie a entender cómo entraron las diferentes pandemias” a lo largo del tiempo.

Preguntado sobre los riesgos en una Ruta que no deja de batir récords de visitantes año tras año, resalta que “las comunidades por las que atraviesa establecen unos protocolos para la asistencia de peregrinos, y aunque donde hay seres humanos las enfermedades infecciosas se transmiten, no más en la Ruta que en otros lugares”.