Fontdevila, primer catedrático de Genética de la Universidad de Santiago, recuerda que “estábamos realquilados en Farmacia”

Medio siglo después de que tomara posesión de aquella plaza en 1973, el hoy emérito de la Autónoma de Barcelona destaca que la USC cuenta ahora con grandes genetistas

Xerardo Estévez (i.) y Ángel Carracedo (d.) acompañaron a Antonio Fontdevila durante la presentación del libro ‘Bailando con moscas’

Xerardo Estévez (i.) y Ángel Carracedo (d.) acompañaron a Antonio Fontdevila durante la presentación del libro ‘Bailando con moscas’ / Antonio Hernández

De visita estos días en Galicia, a la que considera “algo más que mi segunda patria porque me encanta, tengo aquí muchos amigos y paso siempre al menos dos meses todos los veranos”, Antonio Fontdevila subraya que “hoy en la Universidad de Santiago hay grandes genetistas, y no me refiero a Ángel Carracedo, de sobra conocido por todos, sino a otros jóvenes que destacan”.

Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, recibe a EL CORREO GALLEGO en su segunda residencia en un municipio cercano a Santiago para una entrevista en la que rememora su paso por la institución universitaria compostelana durante la década de los años setenta.

Genético evolutivo, como le gusta definirse, recuerda que antes de llegar a Santiago ya había visitado Galicia como mochilero a finales de los sesenta y que al aprobar la oposición a la cátedra de Genética en la Universidad de Santiago, convirtiéndose así en el primer catedrático en esta especialidad de la USC, “en mi despacho había una mesa, una máquina de escribir, dos libros y un pequeño despacho”.

Ante un gran desafío en 1973

Supuso un gran desafío para mí”, asegura sobre una etapa que arranca en 1973 y que finaliza en 1980 cuando decide regresar a su Cataluña natal “por varios motivos, entre otros porque soy uno de los que hice la Transición y pensé que era el momento de volver”.

Antes, en esos inicios en Santiago, Antonio Fontdevila recuerda que “teníamos un pequeño laboratorio, estábamos en Ciencias porque todavía no había la facultad de Biología y estábamos realquilados en Farmacia, que nos dejaban un espacio para que nuestros alumnos pudieran hacer las prácticas de laboratorio”.

Insiste en que esa época “en Galicia fue muy importante para mí, sobre todo porque hasta entonces yo solo había sido investigador, pero en ese momento pasaba a tener que dirigir a otros investigadores, a tener una responsabilidad mayor”.

Desde entonces mantiene lazos estrechos con esta comunidad, relacionándose también con algunos de sus científicos jóvenes “como José Tubío, con el que he entablado amistad y que es un genetista que está trabajando mucho en investigaciones frente al cáncer”. Y es que, como apunta, “no creo que estar jubilado signifique que tenga que reducirme sólo a ese grupo de edad, sino más bien al contrario, el contacto con los jóvenes es muy importante para seguir abierto al conocimiento”.

Libro autobiográfico, científico y literario

Lazos que le han llevado a presentar este miércoles en el Ateneo de Santiago su último libro, Bailando con moscas (Menoscuarto Ediciones), arropado por el también genetista y director de la Fundación Pública Galega de Medicina Xenómica, Ángel Carracedo, y por el arquitecto y exalcalde compostelano Xerardo Estévez, hoy dos de sus numerosos amigos gallegos.

En esta publicación, que salió a la venta en septiembre del año pasado, Fontdevila comparte con el lector “mis vivencias como investigador y como ser humano porque hay autobiografía, pero también ciencia, mis expediciones científicas y viajes, y literatura porque incluyo relatos personales de carácter histórico y etnográfico e incluso poesía”.

Convencido de que no lo hubiera podido escribir hace veinte o treinta años porque no hubiera podido recoger la experiencia que ahora sí contiene, señala que en esta obra “defiendo la ciencia básica, la que hacemos muchos científicos que no estamos pensando en ninguna aplicación concreta porque no hay tecnología si no hay ciencia básica”, y pone como ejemplo el microondas, “la gente no se da cuenta, pero es producto de una serie de investigaciones que llevaron a cabo muchos físicos interesados en el espectro electromagnético”.

También dentro del ámbito científico, profundiza en la obra en un campo en el que él ha trabajado intensamente a lo largo de su vida y que de alguna manera sugiere el título, el de la moscas drosophilas.

Antonio Fontdevila explica que “hay unas cuatro mil especies de este género, pero dentro de ellas existe una, la melanogaster, que es con la que más he investigado porque son lo que se llaman especies modelo, muy fáciles de trabajar y de manipular, se pueden cultivar en laboratorio, hacer experimentos que no podríamos hacer con humanos, y destaco en el libro sus ventajas”.

Expediciones científicas por todo el mundo

Con numerosas expediciones por todo el mundo y un exhaustivo conocimiento de toda Sudamérica, se detiene también en el papel de la mosca drosophila buzzatti, “que vive en el cactus, y sobre la que estudiamos su vida para ver cómo se adapta al medio o reproduce, cómo se hace esa evolución basada en la selección natural de Darwin”.

Aclara que “todos los seres vivos procedemos de árboles filogenéticos, decimos que descendemos del mono y está mal dicho porque es como si dijéramos que lo hacemos de nuestros primos hermanos y no es así; en realidad, somos primos hermanos que descendemos de un antepasado común”.

Interrogado sobre cómo surgió el interés por la genética de quien hoy es director de la revista de la Sociedad Española de Biología Evolutiva, indica que estudió y trabajó como ingeniero agrónomo, pero al ver que “no podía progresar en el conocimiento, dejé la industria y aposté por la ciencia básica, hice el doctorado con el genetista Antonio Prevosti y luego me fui a hacer el postdoc a Estados Unidos y estuve en el laboratorio de evolucionistas como Theodosius Dobzhansky”.

Antes ya de ese salto, recuerda que “a nivel filosófico y humanístico me interesaba la evolución, saber de dónde venimos, y llegó un momento en el que leí el libro Genética y el origen de las especies, que me corroboró todo lo que pensaba”.

No obstante, afirma que en aquel momento “en ingeniería agrónoma había cuatro asignaturas de genética y en biología solo una”.

Autor de numerosas investigaciones científicas, Antonio Fontdevila publicó en 2011 The dinamyc genome: A Darwinian approach (Oxford University Press), convertido en libro de referencia en másteres de biología y genética de universidades de todo el mundo y, aunque reconoce que seguramente hoy no lo escribiría de la misma forma, asegura que trató de poner al día aspectos de la genómica, con la tesis de que “la teoría de Darwin no se deconstruye, la idea básica de la selección natural está vigente”.