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Equilibrando desarrollo industrial y sostenibilidad ambiental

En la encrucijada entre el desarrollo industrial y la preservación ambiental, la voz de la razón debe prevalecer. Tres ideas al respecto.

La primera es que vivir es un compromiso continuo entre múltiples objetivos y deseos. Todos sabemos qué es lo más saludable para nuestro cuerpo, pero ninguno renuncia, en mayor o menor grado, a excesos. Lo mismo ocurre con el entorno y el medio ambiente. Sabemos que debemos cuidarlo más, que tenemos que decrecer de forma rápida y sostenida en emisiones de CO2 y contaminaciones de todo tipo. Por eso, es clave que apostemos por la circularidad, por la reducción de residuos y el reciclaje, por las energías renovables, por las normativas medioambientales exigentes. Pero sabemos que no podemos renunciar a seguir desarrollando actividad industrial y a instalar parques eólicos. Tenemos que encontrar un equilibrio entre objetivos.

En ese mundo donde la circularidad y la sostenibilidad ambiental debe imperar, el debate sobre el impacto de la industria no puede ser una mera confrontación de opiniones y prejuicios, sino un ejercicio transparente y fundamentado en datos verificables. Las decisiones que moldean nuestro entorno industrial deben estar respaldadas por análisis rigurosos y exhaustivos que estimen todos los beneficios y costes a corto y largo plazo; incluyendo los efectos en el cierre de cadenas de valor y en el empleo, la fijación de beneficios en el territorio, o el impacto neto en la biodiversidad. Las universidades, como baluartes del conocimiento independiente, tienen un papel crucial en este proceso. Su labor analítica puede despejar dudas y objetivar debates, evitando caer en posiciones demagógicas.

Porque la clave está en la transparencia y en la consideración holística de los impactos. Pongamos un ejemplo sencillo. Cuando evaluamos un proyecto industrial intensivo en captación de agua, no podemos quedarnos con el volumen de agua captada. Debemos tener en cuenta también la que se devuelve al río o al pantano, comparando además el grado de contaminación de ambos flujos. Porque bien podría ocurrir que, como consecuencia del proceso, mejorase la calidad del agua, si el proceso de depuración es riguroso e intenso y la calidad del agua que entra es mala.

El cumplimiento estricto de las normativas medioambientales es innegociable. Las regulaciones existentes deben ser aplicadas de forma eficaz, y los controles por parte de las autoridades deben ser tanto rigurosos como regulares. Pero tenemos que seguir viviendo.