La carta de Frank Sinatra a Eugenio Granell, parte de las joyas de su legado
María Pita, bibliotecaria de la Fundación Granell, nos guía por un archivo que incluye correspondencia con Bretón, Francisco Ayala y Victoria Kent
El 19 de enero de 1961, Eugenio Fernández Granell tenía 48 años y tal reconocimiento en EEUU que recibió una carta firmada por Frank Sinatra. Le invitaba a la gala de la noche anterior a la investidura presidencial de John F. Kennedy, a una fiesta promovida por el famoso cantante junto a Tony Curtis, Bette Davis, Ella Fitzgerald o Gene Kelly, entre otras estrellas del cine y la música. Granell no acudió “pero esa invitación indica el reconocimiento que tenía entonces en Estados Unidos, donde vendía mucho y exponía en las mejores galerías de Nueva York”, aclara María Pita, bibliotecaria de la Fundación Granell.
Ubicada en Santiago, en la Praza do Toural, cerca de la calle Calderería donde vivió el Granell niño, esta fundación guarda su biblioteca personal, cartas, dibujos y un montón de archivos del maestro del surrealismo. “Granell lo guardaba todo y bien ordenado”, dice María en charla con EL CORREO entre libros y láminas , parte de un archivo con 14.000 volúmenes.
Nacido el 28 de noviembre de 1912, don Eugenio, don que pide el respeto a su trayectoria, hubiera cumplido 101 años esta semana. “A saber qué estaría haciendo hoy porque no paraba. No sé de donde sacaba el tiempo para hacer tantas cosas y leer tantos libros”, apunta María de un creador que vivió su niñez y juventud en Santiago. Aunque arrancó su vida artística como violinista plasmó su maestría en la pintura. Y de joven también hizo poemas, algunos en gallego ilustrados por su hermano Mario, “que también tenía talento aunque no sea tan conocido”, apostilla María mientras enseña una colección de folios con versos y dibujos, obra de dos hermanos que crearon la revista S.I.R. (Sociedad Infantil Revolucionaria).
Don Eugenio se involucró políticamente en Madrid. Fue hasta allí a estudiar Música y se unió al POUM ( Partido Obrero de Unificación Marxista), etapa reflejada en llamativos documentos, desde pasquines de mitin a un salvoconducto “al camarada Eugenio F. Granell” firmado por la Junta Delegada de Defensa de Madrid el terrible día de Navidad de 1936, o al documento sellado en Barcelona en 1938 por Ramón de Valenzuela Otero como secretario del Partido Galleguista, que reza: “Acordó garantizar al compañero Eugenio F. Granell, natural de La Coruña, de 24 años, de profesión estudiante, como buen antifascista, según demuestra su actuación anterior al 18 de julio de 1936, encontrándose desde esta fecha como voluntario en las filas de nuestro Ejército Popular”. Ese y otros muchos papeles amarillentos por el paso y peso del tiempo transcurrido los guarda, ordena y coteja con mimo María. “Granell tenía muchos libros, los dividía en Política y Surrealismo. Hacía anotaciones al final pero es muy críptico en sus indicaciones”.
Don Eugenio empezó a pintar en 1941 en la República Dominicana, donde residió al exiliarse después de la Guerra Civil (1939). Allí, el periodismo cambia su vida. Entrevista para el periódico La Nación a André Breton, autor galo fundador del surrealismo. Congenian y nace el Granell pintor y escultor surrealista. El archivo plasma esa amistad con joyas como una dedicatoria del Segundo Manifiesto Surrealista. Hay además correspondencia con el escritor Francisco Ayala o con la pionera abogada y política republicana Victoria Kent. “Granell era muy de corregir, hacía muchos borradores, lo muestran sus textos a máquina y manuscritos. Amparo Segarra, su mujer, le ayudaba mucho con el tema de los idiomas”.
Vivió de forma sucesiva en Guatemala y Puerto Rico, se mudó en 1956 a Nueva York. Fue profesor de Literatura Española en el Brooklyn College hasta su jubilación en 1985. Doctor en Sociología en la New School for Social Research, “hizo su tesis sobre El Guernica de Picasso, y al volver de EEUU vivió en Madrid y desde ahí venía a Galicia”, apunta María.
“Fumaba mucho, le decían que no podía hacerlo dentro del museo y él respondía: “Pero cómo no voy a poder fumar si estoy en mi museo”. Era un artista muy metódico, lo guardaba todo, incluso catálogos valiosos de otros artistas como Toyen, una surrealista checa muy enigmática de quien hay muy pocas cosas. Granell trabajaba y producía muchísimo, y al ver esta biblioteca y su archivo a veces me pregunto... si dormía alguna vez”. Don Eugenio falleció en 2001 pero su legado pervive.
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