José Sierra y la embestida de la innovación al motor desde Galicia

La economía gallega despide a uno de sus estandartes de la industria de la automoción

El fundador de Urovesa falleció el pasado lunes

El fundador de Urovesa, José Sierra /ecg

El fundador de Urovesa, José Sierra /ecg / JULIO PÉREZ

JULIO PÉREZ

El último ejemplar de los uros murió en Polonia en 1627. Fueron los bovinos primigenios, el eslabón inicial en el Pleistoceno de la cadena de la evolución que llega hasta nuestros días con las vacas de las granjas de leche o el toro de lidia. Aunque quedan todavía muchos misterios por desvelar sobre su aspecto y la forma de vida, los 15 esqueletos encontrados y, especialmente, el cráneo más antiguo que apareció en un yacimiento de Túnez muestran a un enorme herbívoro, según la documentación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, “que podía superar fácilmente la tonelada de peso”, de cabeza grande para soportar cuernos de hasta un metro de alto, musculatura muy atlética y patas largas y flexibles. “No vendemos vehículos, vendemos soluciones”, decía siempre que podía José Sierra Fernández, fundador y presidente de honor de Urovesa, la empresa que hace 40 años tomó prestado el nombre de esta especie salvaje tan versátil en sus hábitats, una auténtica declaración de intenciones, para embestir la tradición de la industria del motor en Galicia en aquel momento y construir una marca referente en el mercado de los vehículos militares en todo el mundo.

Durante la recogida del premio a la Excelencia que le concedió el Club Financiero de Santiago en diciembre de 2016, pocos meses después de dar un paso al lado y dejar el timón de la compañía en manos de la segunda generación familiar, Sierra daba una lección sobre los valores de la empresa. “La estabilidad, la innovación, la diferenciación, la orientación al cliente o la flexibilidad”, remarcó, emocionado, mientras recordaba los entuertos del principio, cuando pocos apostaron por él.

Nació en Viveiro (Lugo) a finales de 1941. Hijo único. Nunca llegó a desconectar del todo de sus raíces en la comarca de A Mariña, a pesar de marcharse joven para formarse en ingeniería en Vigo. Rechazó una prometedora oferta de trabajo en la compañía encargada en exclusiva de la distribución del butano en España para meterse en la escuela de formación de la mítica empresa de automoción Barreiros. Solo dos de cada diez aspirantes pasaban el periodo de prueba y él acabó asumiendo el departamento de expansión de talleres y servicio técnico en Asturias y León. De ahí saltó a la dirección de Mafsa, la productora de camiones ubicada en el municipio lugués de A Pontenova donde nació el idilio con los 4x4 que decidió explotar en solitario diez años después.

Le costó. Era el año 1981. La inflación se movía en dos dígitos en España y los tipos de interés cambiaban a una velocidad vertiginosa también por encima del 10%. Sierra recordaba a menudo los grandes obstáculos que encontró para conseguir financiación. Costó que entendieran el proyecto de diseñar y fabricar vehículos a medida todoterreno y especiales para uso militar e industrial y, al final, el apoyo vino de “unos buenos amigos”. “Los riesgos eran muy grandes, y más cuando pensaba en que tenía tres hijos, pero mi familia me apoyaba y animaba -contó en su cita en el Club Financiero de Santiago-. Recuerdo que mi suegro me aconsejó que trabajase por aquello en lo que creía y tirase hacia delante, sin miedo. Precaución sí, miedo no. Y eso hice”.

El primer cliente de Urovesa compró cinco vehículos antes de que el primero estuviese listo ya. En 1984 firmó su primer contrato para el Ministerio de Defensa en España. Vendrían muchos, muchos más, convirtiéndose en una de las piezas fundamentales del negocio, sobre todo después del acuerdo marco para el suministro de 772 modelos Vamtac, la joya de la corona de Urovesa, en 2013. Hay estimaciones que dicen que un millar de vehículos de las fuerzas armadas españolas llevan su sello. La sede central en el concello de Valga tiene capacidad para producir 5.000 unidades al año. Cerró el ejercicio en 2021 con una facturación de 61 millones y 5,5 millones de beneficio y, además de España, tiene clientes en Latinoamérica y en los mercados de Medio Oriente y Pacífico. La Bolsa de Londres colocó a la compañía en 2019 entre las mil pymes con mayor proyección en Europa.

El cerebro de I+D de Urovesa avanza ahora en la implementación Inteligencia Artificial para los vehículos militares del futuro. José Sierra no lo verá. El empresario falleció el pasado lunes a los 82 años, solo una semana después de que le reconocieran como Empresario Galego do Ano en el marco de la jornada O Encontro 2023, organizada por el Centro de Estudos Superiores Universitarios de Galicia (Cesuga) en A Toxa. Nunca se llegó a retirar del todo. Acudía un par de veces por semana a la fábrica, con respeto al relevo y las decisiones de sus hijos -Justo, el CEO actual, Cristina y Cecilia-, aunque con voluntad “en la medida de lo posible, de orientar, aconsejar y aportar soluciones”, según admitía en una entrevista con El Progreso hace un par de años, colocando a la familia por encima de todo. Aficionado a la fotografía, la jardinería, la pintura y, especialmente, a la música, José Sierra defendió hasta el final la necesidad de apostar por la industria y por el capital local. “De lo contrario -advertía-, siempre estaremos a expensas de decisiones que se toman lejos de Galicia sin calcular el impacto económico y social que provocan”.