Tres alumnas de la USC optan a un premio por un proyecto con albinos en Mozambique

El galardón supondría “un salto cualitativo impresionante para tener un registro de esta comunidad con el que mejorar su atención sanitaria”, según Catalina Labandeira

Los albinos de Mozambique son vulnerables al cáncer de piel, pero también al estigma social y la discriminación

Los albinos de Mozambique son vulnerables al cáncer de piel, pero también al estigma social y la discriminación / Cedida

Koro Martínez

Muy ilusionada y esperanzada con la idea de que el proyecto que ella lidera sobre La comunidad albina en Mozambique se convierta en uno de los ocho galardonados en la undécima edición de los Premios al Voluntariado Universitario de la Fundanción Mutua Madrileña, la estudiante de la USC Catalina Labandeira subraya que “conseguirlo supondría un salto cualitativo impresionante porque nos permitiría tener un registro exhaustivo del número de albinos, y también contribuiría a hacer un mejor seguimiento de cara a su atención sanitaria”.

 Alumna de segundo de Matemáticas e impulsora de una iniciativa que partió de su estrecha colaboración con la ONG África Directo, firma el proyecto seleccionado junto a las también estudiantes de la USC Paula Dobato y Lucía Escudero, en colaboración con un grupo de la Universidad Comillas de Madrid.

El suyo es uno de los veinte finalistas de entre un total de 93 candidaturas en las que participan más de 6.000 jóvenes de 68 universidades españolas en contacto con 72 ONG, dentro de un trabajo de voluntariado que beneficia de forma directa a más de 2,5 millones de personas en diferentes partes del planeta.

De los ocho galardonados, el primero recibirá 15.000 euros, otros seis 5.000 cada uno, y habrá además en esta ocasión otros 5.000 euros a mayores para el distinguido en la categoría Universidad Solidaria al mejor proyecto de voluntariado impulsado dentro de este estamento. Los ganadores se darán a conocer el próximo mes de febrero.

Unas cuantías fundamentales para la propuesta desarrollada desde la capital gallega, puesto que “obtendríamos así financiación para implantar el sistema DHIS2 de recogida de datos, que es el que recomienda la OMS para los registros médicos”, según explica Catalina Labandeira en una conversación con este periódico.

Destaca la necesidad de toda esta recopilación, con el objetivo de “poder elaborar a largo plazo un censo de las personas con albinismo en Mozambique porque no existe, se estima que hay 30.000 aunque nosotros no tenemos identificadas ni 2.000, y sería muy importante para mostrar a las autoridades de allí que realmente son una comunidad muy numerosa que sufre todas las discriminaciones que conlleva tener albinismo en un país del África subsahariana como éste”.

Insiste en que durante el año que vivió allí como voluntaria, “nos dimos cuenta de que uno de los principales problemas para poder avanzar y hacer un mejor seguimiento era la recogida de datos” y es que, como recalca, “la esperanza de vida de las personas con albinismo en Mozambique ronda los 40 años, con lo que esa recogida es básica y clave para detectar patrones que nos puedan ayudar a saber por ejemplo quién es más propenso a tener cáncer de piel, si hombres o mujeres, de unas comunidades o de otras con más endogamia”. “Tener esos datos y poder analizarlos nos ayudaría a hacer estimaciones y a una mejor prevención, que al final es también lo que intentamos”, incide.

De ahí el salto cualitativo que supondría para este proyecto poder contar con la financiación del premio, ya que señala que “la instalación y el acceso al sistema DHIS2 durante un año cuesta 15.000 euros, y si pudiéramos disponer de él tendríamos la opción de estar en estrecho contacto con los hospitales de Mozambique, ya que ahora lo que hacemos es recoger datos en papel y en Excel, pero yo no tengo acceso al Excel de Mozambique en España, y para cubrir los Excel necesito un ordenador que no voy a poder utilizar en lugares sin acceso a internet”.

Sobre su decisión de presentarse a esta convocatoria del premio, aclara que “como yo soy voluntaria del proyecto de África Directo en general y una de mis labores es formular propuestas con mis compañeros que también son voluntarios de toda España, se me ocurrió que podíamos presentar el tema de los datos aprovechando que unos estudiantes de Comillas tenían que hacer un proyecto para una asignatura de su carrera”. Entró en contacto con ellos y, “como yo estoy estudiando segundo y pensé que seguramente no tengo todos los conocimientos necesarios, hice una solicitud al grupo de mi facultad en Santiago, a la que respondió mucha gente, pero al final fueron Lucía y Paula las que más se involucraron en ello”.

Asegura que Lucía Escudero, alumna como ella de Matemáticas, “fue una pieza clave”, y subraya que Paula Dobato, al estudiar Matemáticas e Informática, “nos ayudó a crear las variables, a organizar todo, lo programó en los Excel, con alertas para avisar a los pacientes si deben volver a una revisión; toda una serie de aspectos que si llegamos a contar con el sistema, se podrán volcar directamente”.

La aportación de los universitarios de Comillas se centró en crear las variables más sociales, dentro de un trabajo que Catalina Labandeira inició en julio y que presentaron al certamen a finales de octubre “cuando yo estaba en Mozambique y pude grabar el vídeo que solicitan, que es uno de los materiales que hay que enviar”. Se trata de “un vídeo de un minuto en el que se muestra cómo tomamos los datos de una misión médica, en papel y con el teléfono”. 

Exultante de felicidad al recibir la noticia de que están entre los finalistas, asegura que “es un chute de energía para mañana, que empiezan los exámenes, y que además tengo el más complicado del cuatrimestre”, y admite que “estoy tan sobreexcitada que a ver cómo me siento yo en la biblioteca a seguir estudiando” para una carrera que supone el 50% de su proyecto de vida, puesto que tiene muy claro que el otro 50 es el voluntariado, que compagina incluso con otras iniciativas que le ocupan menos tiempo que la de Mozambique.  

De hecho, afirma que empezó Matemáticas “para comprobar que me gustaba y que iba a tener algo por lo que volver, pero sabiendo cuando acabé el bachillerato que quería trabajar como voluntaria en el extranjero, haciendo algo en lo que yo realmente podía ayudar y sin ser un estorbo para el proyecto”. 

Reconoce que cuando se lo planteó a sus padres con 19 años no les hizo mucha gracia, pero “al final dimos con África Directo, y a mí me encantó porque es una ONG en la que todos son voluntarios, y el 100% llega a donde tiene que llegar, y eso era lo que yo quería”. A partir de ahí la colaboración con ellos fue rodada porque “necesitaban una persona que tuviera conocimientos sobre datos y que hablara portugués, y al ser gallega tuve mucha facilidad”.