Más de medio siglo contemplando el mundo desde Porta Faxeira

Manuel Prieto lleva 55 años vendiendo helado en un emblemático punto de la ciudad de Santiago recordándole a la gente el sabor de sus infancias

Manuel Prieto con su ya legendario carrito/jesús prieto

Manuel Prieto con su ya legendario carrito/jesús prieto / Adriana quesada

Adriana Quesada

Una mañana de 1945, el padre de Manuel Prieto se bajó de un tren que llegaba desde Verín con un carrito de helados y cinco pesetas en el bolsillo. En ese momento dio inicio a lo que sería un negocio familiar: pidió la licencia para vender y, cuando en invierno vio que no se podía vender el helado se pasó a las castañas para ir alternando dependiendo de la temporada.

El local en el que actualmente hace el helado Manuel Prieto se encuentra a escasos metros de la casa donde nació, situada en la acera de enfrente. Según él mismo dice, su vida siempre se ha concentrado en la misma zona: “En esta calle está donde nací, donde trabajo y donde resido aún a día de hoy”.

A los 13 años cogió por primera vez el carrito de helados y se movió a la plaza de Cervantes, donde dio inicio a su vida como heladero. Unos años más tarde su padre le pidió que se moviera a Porta Faxeira, un emblemático lugar de la ciudad donde lleva cumpliendo años desde que tenía 15: “Dentro de unos días, el 20, haré otro año estando exactamente en el mismo sitio que hace 55”.

Cambios en el ecosistema

Llevar tantos años observando el mundo desde exactamente el mismo lugar hace que se noten los cambios, el paso del tiempo y las pequeñas cosas. Según relata Manuel Prieto, aquella zona estaba llena de negocios familiares y que tenían un trato especial entre ellos: “Cuando necesitabas cualquier cosa simplemente la pedías. Éramos una familia”. Ahora de aquella comunidad solo queda él: “Antes cruzaba la calle y estaba el restaurante del Señor Enrique y, un poco más adelante, el bar de Moncho”. La gente se hace mayor, se termina jubilando y los que deberían ser los herederos están enfocados en otras cosas, lo que hace que estos negocios se vean obligados a cerrar sus puertas o hacer traspasos a grandes empresas.

Al final, la producción en masa de los productos no se puede comparar con aquello que se realiza en el seno de una familia con mimo y atención por los detalles. Es por eso que Manuel Prieto habla de que hace un “helado muy personal”, puesto que lo hace él mismo pensando en conseguir el mejor resultado para todos aquellos que se acercan al carrito a comprar.

Y es que Manuel no solo vende helados, sino que también disfruta charlando con sus clientes y escuchando todo lo que estos le tienen que contar: “Me gusta esto. Me permite estar al aire libre y, de paso que la gente coge un helado, deja unas cuantas palabras y, ya que estoy, pues se las respondo”.

Nueva era del helado

“Antes en Santiago había tres carritos de helado como el nuestro y ahora solo quedo yo”, cuenta. En la actualidad los negocios de este tipo se han convertido en locales y grandes empresas, lo que también hace que el negocio de Manuel Prieto tenga algo especial. “Hay mucha gente que prefiere el carrito; ya sea por el sabor, la costumbre o que le llame la atención comprar en un negocio como el mío”, cuenta.

Mucha gente de Santiago tiene la costumbre de acercarse “al carro de Manolo” para comprar ahí sus helados y preguntarle: “Que? Un ano máis?”. Y, efectivamente, según Manuel piensa estar ahí hasta que la salud se lo permita. De esta forma, con su trabajo y su presencia hace que no solo se pueda consumir un helado artesano de calidad, sino que también ayuda a que muchos puedan volver a saborear su helado de la infancia que, años atrás, compraban en aquel carrito de su pueblo que, desgraciadamente, ya ha desaparecido: “Nunca será lo mismo, pero sí lo más parecido”.