‘Superdevorador’ de libros: Dago (11 años) leyó en 2023 más de 250 de la Ánxel Casal

Premiado por segunda vez como la persona usuaria más activa de esta biblioteca pública de Santiago, dice: “No puedo pasar un día sin leer, pero no esperaba haber leído tanto”

Dago González Morales entre libros, ayer en la biblioteca pública Ánxel Casal, en Santiago / antonio hernández

Dago González Morales entre libros, ayer en la biblioteca pública Ánxel Casal, en Santiago / antonio hernández / XABIER SANMARTÍN

Hoy que es común la frase: “No puedo pasar un día sin móvil”, el Superdevorador de libros en Santiago, Dago González Morales, dice: “No puedo pasar un solo día sin leer”. Vecino del Ensanche, Dago tiene 11 años y ha ganado por segunda vez consecutiva el galardón anual que otorga la biblioteca pública Ánxel Casal a las personas usuarias más activas. Aunque su hambre lectora sorprende, no tiene la piel verde, ni antenas en la nuca. Es un chaval como miles, pero un entusiasta de esa galaxia de aventuras que son los libros, en especial los ilustrados, que repuntan con sagas como Chikigato, de Dav Pilkey; One Piece, de Eiichiro Oda, Crepúsculo, de Stephenie Meyer; o El doctor Cataplasma, de Martz Schmidt, con uno de cuyos ejemplares Dago posa, tímido al inicio. Nos recibe en la citada biblioteca, su casa pero no tanto: “Prefiero leer en mi casa”, apostilla. Sereno, educado y curioso, sigue las indicaciones del fotógrafo Antonio Hernández para una foto de portada cuya preparación exige seis manos y, al ver el resultado, suelta: “¡Me encanta!”.

Dago posa con diversos comics en la biblioteca Ánxel Casal

Dago posa con diversos comics en la biblioteca Ánxel Casal / Antonio Hernández

Dago es alumno del Colegio Internacional Montessori Compostela.

“Al salir el otro día en el periódico me felicitaron en clase. La profesora de Gallego lo leyó en el periódico y la directora”, explica recordando el reportaje previo en este diario.

“Al preguntar en la biblioteca, me dijeron que a primeros de diciembre Dago ya sumaba más de 250 libros prestados”, aclara Carolina Morales, periodista y orgullosa madre de Dago, usuario también del centro sociocultural del Ensanche, cuya labor ambos piropean.

Se mudaron a Santiago en 2020, desde un pueblo de Mallorca y dentro de meses harán lo propio para irse a Silleda. Allí, Dago empezará el instituto, una etapa que genera cierta incertidumbre familiar que la mamá atempera.“Es un niño muy adaptable, hace muchas amistades, tiene habilidades sociales”, puntualiza sobre quien juega al balonmano en el Ribadosar y entrena en el pabellón de Quiroga Palacios. “Es una nevera. Mi padre se queda congelado”, comenta él compartiendo una leve sonrisa cómplice con ella. Fuera de horario escolar, también acude a clases de inglés, ajedrez e informática, y aunque devora los libros ajenos, también podría crear los suyos en un futuro aún por escribir. “Me gusta dibujar e inventarme historias de acción. A veces copio dibujos de libros de Pilkey o de Los Simpson” .

Su tendencia creativa se avivó en un taller de cómics para niños impartido por Tomás Guerrero.

“Le apuntamos al llegar a Galicia, nos pareció buena idea”, indica Carolina. Hoy, Dago ya tiene su primer personaje: El Hombre Naranja.

“Me inventé una historia donde tiene que vencer a un científico loco, y lo hace con su fuerza y su capacidad para volar”.

Adelanta que habrá más entregas. “A petición de un amigo llamado Teitur, que es de Islandia”.

Charlamos en la esquina de la planta baja de la biblioteca de Xoan XXIII convertida en paraíso de tebeos, cómics y demás volúmenes ilustrados. Sumamos la tecnología a la conversación. Dago no usa móvil ni tablet. Lee en papel pero no siempre. “También escucho audiolibros, los libros de Harry Potter, por ejemplo”. El debate se anima. “Brais sueña despierto con un móvil”, revela sobre un compañero de escuela. “Se tiró por el suelo gritando al saber que prohíben los móviles en los colegios”, añade creándonos esa cómica escena en la cabeza, como si emanara de su alma de lector infantil la magia del narrador. Volviendo al entorno tecnológico del siglo XXI, Dago también tiene latido digital. “Para la clase de José Luis, en el centro del Ensanche, tenemos que crear un videojuego. El mío es un Super Mario pixelado”.

A Dago le gusta el Minecraft pero juega mucho menos que otros chicos y chicas de su entorno y cuando cita otro videojuego propio del target infantil, pero que en vez de construir propone combatir, Carolina frunce el ceño. “También existe el Lego Fortnite”, añade Dago, cuyos padres proponen que tenga su primer móvil a los 16 años. Le preguntamos a él como reaccionaría si para entonces sus amistades ya lo tuvieran: “Habría temas de los que no podría hablar, pero, no me importaría”, responde tan tranquilo.