Opinión | TRIBUNA

Oh là là!

QUIEN POSEA posea nociones de francés sentirá cierta impotencia, cada vez que escuche un anuncio de perfume. Esa pronunciación seductora y sofisticada de la lengua de Molière embruja nuestros oídos, aún cuando las fragancias que nos lanzan desde París deberían cautivar primero nuestro olfato. De llegar a presidente de la República, condecoraría con la Legión de Honor a tales voces en “off”, por su elegancia acústica y su estética minimalista.

Nunca tantos franceses debieron tanto a tan poco, porque las apelaciones a Saint Laurent, Chanel, Lancôme, Vuitton, Cacharel o Dior extienden la cultura francófona por el mundo, en mililitros onerosamente costeados por la clientela. Las frases son necesariamente cortas, los mensajes insinuantes y las expresiones preludio de algún desenfreno.

 Si titular artículos de prensa es un arte, escoger el eslogan más sensual para una botellita de 10 mililitros riza el rizo de lo imposible. Así consiguen que las toilletes de medio mundo almacenen unos minúsculos recipientes, que bañan en oro al empresario Bernard Arnault, cuya fortuna de 226.200 millones de dólares le han convertido a sus 75 años en el hombre más rico del planeta.

No obstante, esta industria del lujo palidece y cae derrotada a diario por la naturaleza. Ni cines, ni televisores, ni móviles … liberan el aroma en venta a través de un puerto sensorial. Solo unas cuerdas vocales que vocalizan su nombre nos lo sugieren, con una entonación que teletransporta hasta las riberas del Sena, entre kioskos de libros y balcones con petunias.

Como vivo junto al metro de Latina y el Barrio Latino de París está a mil trescientos kilómetros de distancia, yo opto por caminar hacia el Parque del Oeste, donde se esconde la rosaleda madrileña. A este duty free vegetal no llega el ruido de los coches, ni tampoco el eco de los anuncios. Sigo el ritual de elegir una rosa y aspirar a fondo. Ninguna voz, por erótica que sea, supera semejante placer.

Aunque estoy muy alejado del Bois de Boulogne, igual de distante del hipódromo de Longchamp, a horas de avión del escenario de los próximos Juegos Olímpicos, el cosmopolitismo de Madrid es sorprendente. Así descubro bajo una pérgola la variedad de rosa que ganó el concurso internacional de 1921. Se trata de una planta trepadora obtenida por Kotten Brothers de Luxemburgo. Va dedicada a Mme. Edouart Herriot CL (sic), esposa del primer ministro radical que gobernaba en Francia hace ahora cien años. Y me digo: Oh là là!