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Echando de menos a monsieur Delors

Beatriz Beiras

Beatriz Beiras

¿Por qué echar de menos a Jacques Delors si el político, recientemente fallecido, llevaba casi treinta años retirado? La respuesta está no solo en su legado, que es enorme, sino también en su manera de hacer política ajena al populismo en boga. Sí, en 2024, año electoral a tutiplén, el expresidente de la Comisión Europea merece ser evocado. 

Cuando el uno de enero de 1985 el recién nombrado presidente de la Comisión Europea se dirigió al pleno del Parlamento Europeo para presentar su programa, estaba haciendo historia. Era la primera vez que un presidente de la CE hacía este gesto, que hoy parece evidente, y además en su discurso anunció que el uno de enero de 1992 entraría en vigor el Mercado Único Europeo, o sea la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales dentro de la Comunidad Europa. Dicho y hecho: fuera fronteras, fuera aduanas.

Con esa entrada en escena, el político francés, puso el énfasis en el papel del Parlamento para construir una Europa más democrática y a la vez se ganó su apoyo para convencer al Consejo Europeo de sus innovadoras propuestas. Delors fue el primer presidente de la CE que había sido eurodiputado, el único con la excepción de su sucesor, el luxemburgués Jacques Santer.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la entonces Comunidad Europea lo habían elegido por consenso, ni siquiera la quisquillosa Margaret Thatcher puso objeción alguna al candidato Delors, que también contó con el apoyo tácito del canciller alemán Helmut Kohl. Su fuerza de convicción residió en su pragmatismo económico, su experiencia en finanzas y política monetaria, su prestigio internacional y sus cualidades personales. A ninguno le molestó que Delors se declarara socialista. Y lo era al estilo de Olof Palme, el primer ministro sueco asesinado en 1986, promotor de la educación, la igualdad de oportunidades y de la gobernanza responsable.

Un político un poquito tecnócrata, como él mismo admitía, pero con un profundo humanismo. En Jacques Delors preparación y conocimientos estaban al servicio de la política para mejorar la vida de las personas. Había nacido en París en 1925, en una familia modesta de ideas socialistas. Su padre era ujier del Banco de Francia, y allí empezó el joven Jacques, mientras estudiaba economía por las noches en “Sciences Po”. Militó en el sindicalismo cristiano, se curtió en las negociaciones sindicales y fue el gran impulsor de la formación permanente y de la negociación colectiva, en Francia y luego en Europa. Su máxima: el diálogo social, inspirado en los modelos escandinavo y alemán, cuyos pilares son patronal, sindicatos y Gobierno.

Con esa filosofía política y un sólido bagaje, fue consejero del primer ministro gaullista Jacques Chaban-Delmas; ministro de Economía y Finanzas en el primer Gobierno de François Mitterrand, y luego presidió la CE durante tres mandatos entre los años 1985 y 1995. A Jacques Delors, los europeos le debemos el Erasmus, el Acta Única europea, el Acuerdo de Schengen, el Tratado de Maastricht y la Carta de Derechos Fundamentales de los Trabajadores. Fueron diez años de colosal trabajo en los que cayó el muro de Berlín, se desmembraron la URSS y Yugoslavia, se reunificó Alemania y en los que España, Portugal, Austria, Finlandia y Suecia entraron en la Unión Europea. Por todo eso: ‘un grand merci Monsieur Delors’.